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Javier Vera (sobre Proyecto Fitekantropus): 'Hay un cambio físico y social pero sentimos que no es suficiente'

El principal impulsor del Proyecto Fitekantropus nos brinda una entrevista sobre su trabajo a lo largo de los 10 años del proyecto. (Foto de portada: Eleazar Cuadros)

Publicado: 2017-08-06

Desde hace 16 años la Fiesta de Teatro en Calles Abiertas (FITECA) del barrio de LA Balanza, Comas, viene generando una revaloración del arte callejero. De este evento nació en el 2007 el Proyecto Fitekantropus, como un derivado experimental enfocado en la vida del barrio a través del espacio público.  

En esta entrevista, Javier Vera, su principal impulsor, nos resume la experiencia del proyecto y sus planes, comentando el día a día de su labor, dificultades y retos; en un discurso que va más allá de lo descriptivo para incluir un componente autocrítico y altamente catárquico.


¿Cuáles fueron los objetivos iniciales del proyecto?

En realidad, no teníamos en mente un proyecto con objetivos definidos cuando empezamos. Lo que teníamos era una inquietud de intervenir, en general, con arquitectura, sobre la ciudad. A esa primera etapa le llamamos ‘de inmersión’, un proceso de inter aprendizaje en el que nosotros hemos tenido que desaprender algunas cosas que traíamos de la universidad, y aprender otras del contacto con la gente y el territorio.  

Lo que hacíamos en ese momento era recorrer el barrio, conversar con los vecinos, eventualmente hacer reuniones para contarles que éramos arquitectos y que queríamos hacer algo. Nos hemos tomado como medio año, y ya después hemos armado lo que sería la ‘metodología’ de intervención.

Lo que sí quedaba clarísimo desde el primer momento era que el gran problema del barrio era la fragmentación. Se entendía el barrio como el pedacito de ciudad que tienes frente a ti, el pedacito de pista que tienes frente a tu casa. Por lo tanto, no había una mirada integral. Supimos muy rápido que teníamos que hacer un proyecto urbano integral. Y que sobre esa visión general podríamos hacer intervenciones.

¿En algún momento han llegado a tener un proyecto con objetivos definidos?

Claro. El objetivo del Proyecto Fitekantropus es experimentar y consolidar un modelo de intervención urbana. A los pocos meses, en el mismo 2007, ya se llamaba “Proyecto Piloto de re-generación urbana de corte cooperativo-experimental”. La idea era que sea replicable, pero no como un resultado físico sino como una metodología, proceso o estrategia de intervención. Entendiendo que lo que sucede allí sucede en muchos lugares de manera similar. La diferencia es que en La Balanza había un terreno más fértil, por el trabajo previo (de FITECA). En ese sentido no es que nosotros llegamos con un proyecto nuestro para que la gente participe en él; sino al revés, nosotros participamos de un proyecto que ya existe. Varias cosas que he hecho después, como REP Barrio Mío, se relacionan con este modelo.  

Eso a nivel de objetivo general. Y a nivel de objetivo específico, en el barrio, aportar a este fenómeno cultural que es la Fiteca. La hipótesis es que ese evento que se da durante una semana en ese espacio público (el parque Tahuantinsuyo) podría expandirse en el espacio y en el tiempo. Ser un proyecto de todo el barrio y durante todo el año. Porque creemos que hay, más o menos, las condiciones para eso.

¿Cuántos años tiene el proyecto? ¿Cómo es el ritmo de trabajo? ¿Qué tiempo le dedican?
Tiene diez años. Al inicio íbamos todos los domingos, durante un año y eventualmente un día más a la semana. En todo el tiempo creo que he ido al menos una vez a la semana. Quizás ha habido algunos huecos en los que no he ido un par de meses. Y cuando hay más trabajo, como ahora, voy dos o tres veces a la semana.
¿Vas solo tú o hay un equipo de trabajo?

Al inicio éramos los miembros del Centro de Estudiantes y amigos cercanos. Una mancha como de 12. Algunos de ellos después estuvimos en CITIO, que en ese tiempo aún no existía como tal. Luego, con Lisset Escudero sobre todo, estuvimos muy involucrados. Eso fue desde el 2007 hasta el 2011. Desde el 2012 se integran los compañeros españoles de la UPM. Con Lucía Nogales trabajé mucho en el 2014. Luego con Eleazar Cuadros. Ahora los fijos somos 3: Eleazar, yo, y Paula Villar, arquitecta española que se ha quedado en Perú y trabaja con nosotros también en otros proyectos. David Fontcuberta (2015) y Ezequiel Collantes (2016) vienen de manera temporal y luego aportan desde sus ciudades (Alicante y Eibar en el País Vasco). Y los practicantes, que normalmente tenemos uno de la PUCP y un extranjero. Ha habido muchas personas, el equipo ha ido cambiando. 

FOTO: ARCHIVO FITEKANTROPUS - Eleazar Cuadros

Vamos dos veces por semana aproximadamente y otros días nos reunimos acá en ‘la oficina’. todos los viernes y/o sábados tenemos un taller de carpintería con adolescentes. Si hay otros talleres, los hacemos días de semana en la noche. Y si hay obra, tenemos que turnarnos para ir todos los días. Aparte de que hay que comprar materiales, hacer reuniones, etc.

Es todo un trabajo…
Otro de los objetivos, era que esto pueda ser un trabajo (remunerado). La gente se suele referir al proyecto como un voluntariado o ayuda social, pero no es así. En un inicio, nos ha costado nuestra inversión: pasajes, tiempo, comida, etc. Digamos que perdíamos plata. En un segundo momento hemos logrado no perder plata. Y ahora ya logramos que genere algunos ingresos, ya que si no, no podríamos dedicarnos a esto. Pero no todo puede medirse por la plata que se gane o se pierda. De hecho hay otras ganancias.
¿Cómo han generado ingresos?

Buscando ‘N’ formas. Primero fue con el municipio, que nos contrató. Luego el proyecto fue piloto del programa Trabaja Perú. Luego se cayó el proyecto. Al final ha funcionado con cooperación internacional. Postulamos a concursos de financiamiento. Ahora, por ejemplo, tenemos financiamiento de la UPM (Universidad Politécnica de Madrid), de la Universidad de Alicante y de dos ayuntamientos del País Vasco. La UPM es el tercer año que nos financia, igual que Alicante; el País Vasco, el segundo, y así…  

La cuestión es que ellos normalmente pagan mano de obra y materiales, pero no el trabajo de gestión. Poco a poco nos ponemos de acuerdo en que el trabajo va más allá de la construcción física, que lo que se busca es generar ciudad–ciudadanía. Que la transformación física va acompañada de una transformación social, y que eso implica bastante más trabajo que debería remunerarse.

En estos diez años, ¿sientes que se ha transformado La Balanza como barrio?
Yo creo que hay un cambio.
¿Es físico o social?

Creo que van de la mano. Si ves el antes y después del comedor y el de las señoras socias del comedor, entiendes que el cambio es integral. Las señoras antes atendían solo a la hora de almuerzo, la gente iba solo a comer. Ahora poco a poco se va volviendo una especie de local comunal abierto todo el día donde las señoras asumen otras funciones dentro del barrio. Además ahora las señoreas son actrices, tocan tambores, salen en revistas de gastronomía, en los periódicos, en la TV, etc. Ya no son solo las cocineras del barrio.  

Lo que decimos, con los de Fiteca, es que los cambios lo disfrutarán más los niños, que están en el taller de carpintería o que están disfrutando del parque Tahuantinsuyo, que era un terral, y ahora es un espacio para jugar. Se va armando ciudad.

Obviamente, aunque hay un cambio, nos hemos puesto a pensar: son diez años y en ese tiempo hemos construido solo un local que ni siquiera está terminado. Y nos ponemos a pensar en el esfuerzo que se hace versus los resultados. Somos cuatro gatos contra todo. Nos hemos chocado con corrupción, engaños, afanes personalistas, entre otras cosas… el alcalde anterior se quedó con la plata del programa del estado, conflictos por acá, conflictos por allá. Lo que quisiéramos es que lo que ensayamos como modelo pueda convertirse en un programa del Estado. Es así como se podrían hacer grandes transformaciones.

Hay una alegría porque sí hay cambios, pero por otro lado, siento que es muy poco. Para todo lo que sabemos sobre el barrio y sobre lo que hay que hacer -que lo tenemos clarísimo. Pero conseguir los recursos es un esfuerzo tremendo. Resolver los conflictos, estar acá y allá. Y además somos tres personas, un equipo muy reducido. Y tampoco nos dedicamos cien por ciento a esto. Cada uno tiene otros trabajos.

Bueno, la apuesta es a que funcione y a que pueda ser un trabajo. Poco a poco hemos sumado al municipio. Hicimos un primer intento con el Paseo de la Cultura, que se cayó. Después hemos trabajado solo con cooperación, pero siempre invitando al Estado y hemos logrado que el municipio ponga personal, maquinaria, materiales y ahora también dinero en efectivo.

Para ustedes la forma de que el proyecto funcione bien es con la participación del Estado.
Claro. Y no es que queramos reemplazar al Estado, porque sería imposible, y estaría mal que pretendiéramos hacerlo. Pero tampoco solo quejarnos, sino hacer un puente que vincule a las universidades, el Estado, las organizaciones civiles y los vecinos.
¿Que ha sido lo más difícil del proceso?

El punto más crítico fue entre el 2012 y el 2014. Entre el 2008 y el 2009 en paralelo al plan integral, trabajamos el Paseo de la Cultura Fiteca. En el 2011, Humala lo tomó como proyecto piloto del programa TRABAJA PERU. Ya llevábamos más de 3 años en un proceso de participación intenso. La gente recuperaba la confianza en este tipo de proyectos. El programa Trabaja Perú era simpático porque se usaba mano de obra del mismo barrio. El ministerio financiaba la mano de obra y el municipio, los materiales. Se estaba concretando bastante bien. 

Empezó la obra y el municipio empezó a cambiar el diseño. Nosotros no nos quisimos involucrar mucho en la supervisión porque veíamos un poco chueca la vaina. Y empezó a cambiar todo. Por ejemplo, el piso era de piedra –ya que muy cerca hay piedra y la idea era tecnificar la piedra- pero se cambió a adoquín, seguramente por algún interés ajeno a la obra. Eso ya cambiaba todo el proyecto. Además, al supervisor le daba flojera hacer algunas cosas y terminó planteándose un veredón de adoquín. La gente dijo ‘esto no es lo que queremos’ y pararon la obra. Cuando se debía retomar, el alcalde (Kusunoki) desapareció y el proyecto quedó en un vacío legal. Hasta ahora.

FOTO: ARCHIVO FITEKANTROPUS - ELEAZAR CUADROS

Eso fue en el 2011. Imagínate la decepción: En el lanzamiento de la obra estaban el presidente, el ministro de trabajo y el alcalde. Si así no se construye, ¿cómo? Una decepción total.

Luego buscamos financiamiento de la cooperación internacional. El 2012 ganamos un financiamiento de 30 mil euros de Madrid. La gente se entusiasmó. Pero coincidió con la crisis económica en España, y el dinero llegó recién en el 2014. Y no nos decían que iba a llegar en dos años, sino que, iba llegar al otro mes, luego al siguiente, y así. Esos dos años fueron el periodo más crítico del proyecto. Además, yo estaba algo distanciado porque estaba en Barrio Mío.

Cuando llegó la plata, la gente ya no creía nada. Empezamos a construir el comedor y poca gente participaba. Solo las señoras del comedor. Recién cuando vieron la obra bruta armada se retomó la participación. Pero en ese lapso de dos años casi se pierde todo.

Vi una entrevista tuya en ese periodo, y parecías desesperanzado. Es decir no solo la gente había perdido la confianza sino, tal vez, tú también…

Seguramente. Estuvo el presidente y el proyecto fracasó, yo había perdido un montón de plata y la gente estaba decepcionada. Y también en esa etapa CITIO estaba distanciado, yo estaba prácticamente solo en el proyecto.  

Entonces intenté que a través de REP-Barrio Mío hiciéramos algo en la Balanza. Hicimos un avance de un proyecto que no se llegó a ejecutar. En el último año de Barrio Mío, llegó el dinero de España y estuve trabajando en paralelo en REP y en la primera etapa del comedor. En ese momento las señoras decían que yo estaba loco. Y para empezar los trabajos se tenían que mudar a otro comedor provisional. Empezamos a demoler y la gente tenía miedo de que se quedara a medias. La señora Celia, presidenta del comedor, tuvo una labor una labor fundamental para convencer a todos de que sí se iba a concretar el comedor.

Al final, para lo que ha servido ese dinero de la cooperación es para recuperar la confianza, para que la gente y algunas instituciones se involucraran. Porque es distinto buscar recursos cuando tienes solo una idea que cuando les dices ‘mira, tenemos esto avanzado. Súmate al equipo’.

Y con esa idea trabajamos hasta ahora. Somos un equipo interinstitucional. Y eso nos da un respaldo. Es fácil que, por ejemplo, la municipalidad nos defraude a nosotros, pero al tener en el equipo a una institución internacional, ya no lo es tanto.

Actualmente están desarrollando el Parque Tahuantinsuyo. ¿Que tienen planeado para el proyecto?

Hay dos estrategias en el proyecto: una es potenciar la centralidad del parque y hacer que su dinámica se irradie. Y la otra es intervenir espacios de los asentamientos en ladera en el cerro y generar un circuito que los conecte. Ahora, estamos en etapa intermedia porque el financiamiento del año pasado se acabó y hemos estado enviando informes y rindiendo cuentas. Tiene que llegar un siguiente paquete para terminar el comedor, esta etapa del parque y alguna intervención del proyecto urbano integral.  

Aparte, hay un montón de cosas que complementar. Por un lado tenemos que hacer una estrategia de comunicación. Nos vamos a dedicar a ir a los asentamientos más alejados, a discutir sobre lo que tenemos avanzado, abrirlo a comentarios y críticas. Y que la gente introduzca en su imaginario que hay un plan integral y que algunos de esos lugares son parte del plan y se convertirán en proyectos.

Por otro lado está el comedor, que está funcionando, pero la idea es que, ya que va a tener otros usos (biblioteca, sala de usos múltiples, etc.), hay que hacer que el barrio comprenda que ese no es el club de las señoras sino que, si bien es de ellas, está abierto para todos.

Después, en el parque vamos a retomar las obras en agosto. Hay que terminar la zona de juegos, los muebles, que estamos haciendo en el taller de carpintería. Otra tarea pendiente es que este taller, que se llama Centro de Aprendizaje y Producción de La Balanza (CAPLAB), sea autosostenible. Para ello estamos empezando a producir muebles para clientes externos. Porque además de darles recursos al maestro y a los aprendices, va a generar recursos para aportarle al comedor.

Un problema que vemos ahora es que, de alguna manera, las iniciativas que hay en el barrio provienen de grupos externos. Incluso Fiteca, si bien la organizan Jorge Rodríguez y Paty Beltrán de La Gran Marcha de los Muñecones, que son del barrio, el resto de organizadores, participantes y artistas son gente mayormente externa, y los vecinos siguen siendo espectadores. Lo que no está mal. Pero creemos que podrían tener una participación más activa. En nuestro proyecto, si bien las señoras están muy involucradas, son solo un grupo….

FOTO: ARCHIVO FITEKANTROPUS - ELEAZAR CUADROS

Que no está muy involucrado con Fiteca…

Sí, ellas son parte de la comunidad FITECA. Los vecinos también participan, disfrutan del espacio, van a las reuniones, pero finalmente la iniciativa es nuestra. La iniciativa de Fiteca, es de ellos, pero el proyecto sigue siendo nuestra iniciativa. Lo ideal sería que haya iniciativas propias y que nosotros podamos acompañar estas iniciativas. Tal como ha sido con Fiteca. 

Entonces, con el dinero de la cooperación estamos pensando en un programa de promoción, una especie de presupuesto participativo. Por ejemplo, queremos hacer que la biblioteca esté administrada. Para ello, pensamos hacer un concurso de proyectos entre los vecinos y al que gana el concurso se le financia y se le da acompañamiento técnico.

Y así se puede hacer otro concurso para la sala de usos múltiples, otros para proyectos pequeños de espacio público y que la gente presente un proyecto, en el que nosotros le podríamos asesorar. Creo que como modelo de trabajo, incluso para la cooperación, sería interesante. Nosotros como contraparte local no solo recibimos y ejecutamos, sino que somos intermediarios que, dentro de un plan integral, canalizamos las iniciativas.

¿No te preocupa que estas intervenciones en algún momento se privaticen?

En el comedor se ha tenido cuidado para que siempre sea un local comunal abierto. Desde el diseño. Las señoras pueden tener seguridad e independencia en su primer piso, pero el resto tiene una vocación abierta. Finalmente, ese es un espacio comunitario que en realidad es de las señoras. Las señoras son una organización comunitaria. No es su casa, no es un local privado. 

Es indudable que hay una tendencia a privatizar y cerrar. Recientemente hemos perdido rotundamente una batalla. Llegó una empresa que pone antenas de telecomunicación a poner una en el parque, justo en el espacio previsto para el paseo de la cultura, que todavía soñamos que se hará. Intentamos evitarlo pero el mismo dirigente del comité del parque que se reúne con nosotros y que nos apoya, él mismo lideró el proceso por el cual colocaron la antena. Y como la empresa sabe que está mal poner ahí la antena, le ofrecieron a la gente algo en compensación. Y esa compensación fue cerrar la losa del barrio. Ahora están cercando la losa pequeña y el dirigente nos dice que no nos preocupemos, que no le van a cobrar a los niños, solo a los adultos. La lucha contra este tipo de intereses es constante. También nos hemos enterado de que hay grupos que quieren tomar el local del comedor como si fuera de ellos y así sacarle provecho. Lo que nos toca es darnos cuenta y estar preparados.

Para terminar con lo que estamos planeando; la última estrategia es empezar a intervenir en los alrededores. Primero colocar unos hitos en los puntos que son parte del plan integral, como parte del plan de comunicación. Unos tótems, el nombre del lugar y un mapita que explique qué parte del proyecto urbano integral es.

O sea que el plan integral está hecho y la idea es empezar a concretarlo

Claro, el comedor es parte del plan integral, el centro de la estrategia. Ahora hay que empezar a trabajar los alrededores. Hay otro grupo que está trabajando, Urko Itinerante, siempre en el marco del plan integral y hay otros dos lugares en los que queremos hacer una intervención un poco mayor: un mirador y el Parque de los Murales. Queremos hacer una intervención como la que hemos hecho antes en el parque, con llantas y palos, a manera de primera apropiación y, en un segundo momento, una obra más consolidada.  

Finalmente, haremos algunas actividades en el SUM. El compromiso es que varias organizaciones generen actividades y, nosotros, como una de esas organizaciones, hagamos al menos una al mes o una cada dos meses. Hemos hecho hasta ahora cine, exposiciones y uno que otro programita.

FOTO: ARCHIVO FITEKANTROPUS - ELEAZAR CUADROS

Para cerrar, ¿cómo se potencia FITECA con el proyecto? Me decías al inicio que la idea era hacer una especie de expansión del festival…

No expandir el festival en sí. No queremos que la vida cotidiana sea un festival, sino que la lógica de convivencia, de buen uso del espacio público que se da en ese momento se pueda mantener y extender. Fiteca es un símbolo. Que ese símbolo, así como ha reivindicado la cultura, o el teatro callejero, que sirva también para reivindicar el derecho a la ciudad y al uso del espacio público. Fiteca como símbolo para la transformación del barrio. El proyecto se llama Fitekantropus para resaltar que es un derivado de Fiteca.  

Ahora nuestra relación con Fiteca ha ido cambiando. Al comienzo éramos parte de la comunidad Fiteca, que integra todos los grupos. Nos dedicábamos más al evento Fiteca que al proyecto urbano en sí. Hacíamos los afiches, la fotografía, ayudábamos con la escenografía, etc. Después, a lo largo del tiempo han surgido conflictos y hemos optado por dedicarnos más al proyecto. Pero intentamos, de manera tangencial, servir al festival; ya que entendemos más o menos cómo funciona. El comedor sirve al Fiteca porque ahí comen todos los actores. En el segundo piso este año se han hecho presentaciones de teatro. En el parque la gente se reúne a hacer actividades a comer, etc.

De eso se puede aprender más, ¿no? De lo que no se planifica del todo y se termina dando.

Claro, esa es de alguna manera, la mirada del urbanismo actual. Es más gestión estratégica que planificación en sí. Planificar está bien, pero no creer que eso que imaginas se va a dar tal cual. La visión debe apuntar al día a día, como un proceso de acompañamiento. Dentro de esa visión que vamos discutiendo y vamos renovando tratamos de hacer esta gestión estratégica en las diferentes escalas. Por más mínima que sea la intervención siempre se hace pensando en el proyecto general. Lo inmediato se va proyectando sobre el largo plazo.

FOTO: ARCHIVO FITEKANTROPUS - ELEAZAR CUADROS


Escrito por

Manuel Acevedo de la Fuente

b.acevedo370@gmail.com


Publicado en

Maquetas Aparte

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